Economía conductual del inversionista ante escenarios de cambio
10 abr. 2024
La economía tradicional podría asumirse como la serie de decisiones racionales que priorizan el beneficio económico de las personas. Sin embargo, se ha comprobado que un gran número de estas elecciones son respaldadas por diversos sesgos emocionales que intervienen de manera inconsciente; la economía conductual es precisamente una variante que suma las ciencias sociales y psicológicas, enriqueciendo el entendimiento del proceso de toma de decisiones financieras.
En un proceso de selección se debe elegir entre dos o más alternativas, en las que intervienen situaciones personales, profesionales y financieras. De igual manera tienen injerencia los procesos analíticos que permiten entender y proyectar los posibles riesgos, y por otra parte, se agregan las emociones y procesos psicológicos que pueden influenciar a los individuos a su toma de decisiones.
Los inversionistas no siempre se basan en criterios
racionales, un porcentaje elevado implementa procesos intuitivos en lugar de procesos estructurados y metódicos. Lo anterior conlleva a elegir alternativas que son previsiblemente incorrectas; se han identificado algunos sesgos que incrementan la aversión al riesgo en los portafolios de inversión, lo cuales se describen brevemente a continuación:
Exceso de confianza: Sobrevalorar la habilidad para predecir el comportamiento futuro de los activos financieros. Un inversionista puede tener mayor grado de asertividad en operaciones derivadas de la irracionalidad, esto lo puede llevar a generar un exceso de seguridad de sus conocimientos del mercado. Lo anterior implica concentrarse menos y excluir la razonabilidad del portafolio.
Arrepentimiento: No asumir las consecuencias de errores u omisiones. Las estrategias de inversión requieren toma de decisiones ágiles en momentos de volatilidad inesperada, en ocasiones mantener en cartera activos que se están comportando desfavorablemente pueden viciar al portafolio por no desinvertir. Lo anterior provoca incertidumbre en el inversionista debido a que los activos pueden tomar largos periodos de tiempo en volver a valuaciones neutrales o correr el riesgo de que no lo vuelvan a hacer.
Comodidad: Es común que algunos inversionistas tengan preferencia por activos que dada su naturaleza guarden retornos discretos pero positivos, aunque incluso puedan
proyectar tendencias de menor beneficio en el futuro. No enfrentarse al cambio y no examinar la posibilidad de aplicar modificaciones sobre los instrumentos financieros puede desvanecer la oportunidad de destinar capital a otras estrategias con mejores proyecciones.
Control: Los inversionistas limitan sus objetivos de largo plazo en búsqueda de maximizar retornos en el corto. Sobreponderar la cartera con este tipo de activos no es siempre la decisión correcta, se desaprovechan estrategias de mayores retornos, pero que implican un mayor horizonte de tiempo.
Afinidad: Los dueños de altos patrimonios suelen no desprenderse de activos que conllevan una relación personal, es decir, que estos hayan sido trasladados por sus predecesores o sean activos relacionados al emporio empresarial familiar, por lo que mantienen cierta fidelidad hacia ellos. Este apego o afinidad puede traer consigo riesgos inapropiados, afectando negativamente
a la diversificación de la cartera.
En conclusión, la adquisición de una adecuada educación financiera en combinación de una asesoría integral, resulta óptimo para la toma de decisiones racionales con fundamentos metódicos para evitar caer inconscientemente en sesgos que conducen a conjeturas incorrectas. Es relevante el autoconocimiento, detectar aquellos factores que puedan afectar adversamente los procesos de selección, identificar el nivel de tolerancia al riesgo y horizonte de inversión, así como definir los objetivos patrimoniales y una estrategia financiera que agregue valor.
David Alejandro Lopéz Calva
Economista | Banquero Privado UHN