Manteniendo el centro
15 may. 2020
Los recientes hechos globales han desencadenado una serie de cuestiones en torno a las decisiones de inversión, pues ante situaciones normales de la economía parecería fácil definir la estrategia a seguir dados los objetivos de inversión que se tengan. Sin embargo, en medio de circunstancias inusuales o diferentes a los hechos históricos, parece imperar el miedo ante las decisiones de inversión, lo que ocasiona dejarse llevar fácilmente por la ola vendedora de activos que se suscitan en el mercado, exacerbando adicionalmente una baja más abrupta en la caída de los mercados y generando finalmente que los tiempos de recuperación para las inversiones personales se prolonguen aún más.
No obstante, tomando en cuenta los diferentes hechos históricos ante situaciones de crisis, considerando o no su naturaleza, el mercado siempre ha resurgido de esos periodos de contracción. A manera de ejemplo, se puede considerar la más reciente crisis contemporánea donde prácticamente el sistema financiero global tal y como se le conoce, estuvo a punto de colapsar. El S&P 500 perdió poco más de la mitad de su valor desde su máximo histórico de 2008 hasta su mínimo en marzo de 2009, para después comenzar a recuperarse y tomar una tendencia alcista que prácticamente duró diez años.
Si en el periodo más bajo para dicho indicador el inversionista hubiese vendido sus activos para migrarlos a Bonos del Tesoro Americanos, considerados como uno de los activos más seguros, el inversionista aún no habría alcanzado su valoración inicial, pues hay que recordar que los bancos centrales, incluyendo a la Fed en Estados Unidos, han llevado a cabo una serie de reducciones en las tasas de interés con la finalidad de incentivar el crecimiento económico, variable de la cual dependen los instrumentos de deuda para el pago de sus intereses.
Por tal motivo, resulta importante establecer un portafolio marco de acuerdo con los objetivos y tolerancia al riesgo de los inversionistas cuya estrategia principal o columna vertebral sea la que de largo plazo ayude preponderantemente a cumplir sus metas financieras, dando cierto margen que le permita obtener liquidez en caso de ser necesario, así como un porcentaje adicional para tomar oportunidades de inversión y apalancar sus rendimientos en caso de que el entorno así lo permita.
Dejando siempre la estrategia principal como eje central de su inversión donde si la cartera se encuentra bien diversificada, difícilmente tendrá que hacer ajustes aún en periodos complicados, pues como se ha visto en otras ocasiones, si bien la economía comienza por un periodo de ralentización que paulatinamente va permeando sobre datos corporativos, desempleo, inflación, entre otros, el ciclo económico llega a su fondo para posteriormente comenzar a reactivarse, volviendo a generar confianza entre los inversionistas.
De modo que, aunque sí es conveniente cuestionar la composición de los portafolios cada determinado tiempo, si la estrategia central se encuentra bien diversificada, los cambios deberán ser mínimos, siendo los activos que hayan incrementado su riesgo sin incrementar su expectativa de rendimiento los que deberán ser cambiados.
A manera de conclusión, se puede decir que lo más importante después de definir los objetivos de inversión, sería establecer un portafolio modelo cuyo eje central se encuentre bien diversificado y con el mayor porcentaje en el mismo, respetar esta parte del portafolio como el eje y donde los cambios deban ser mínimos, aunado a estrategias de menor peso que le permitan hacer cambios de manera más táctica, considerando siempre la paciencia como un factor clave para llegar al objetivo de las inversiones.
Alberto Jiménez Nolasco
Invesment Counselor BBVA
Esta es una colaboración para la columna "Finanzas para Todos" de El Economista. Consulta también la nota aquí.