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Inversiones, donas y el futuro

24 sept. 2021

Rodrigo Gacitúa Hernández

Uno de los conceptos que frecuente se escucha, cuando se trata de inversiones, es el de “maximizar los resultados” y usualmente este concepto se asocia a obtener los máximos beneficios disponibles utilizando los recursos con los que se cuenta, aunque estos beneficios usualmente se limitan a ganancias o utilidades financieras.

El espíritu de maximización de resultados, si bien, ha traído beneficios de desarrollo económico, también se sabe que ha derivado en prácticas cuestionables (aún sin ser mal intencionadas) que impactan a otras variables de la vida misma, como bien pueden ser las sociales o ambientales y aquí, es donde cobra mayor importancia el ampliar el alcance de estos beneficios a otras dimensiones y no solo a las financieras.

En el punto en el que actualmente se encuentra el entorno global, requiere repensar la forma en la que se buscan beneficios sobre las decisiones financieras y en este sentido, ha sido grato encontrar cada vez más conceptos e ideas que buscan hacer un llamado a la acción, como ejemplo el libro “Economía de dona”.

En este material escrito por la economista inglesa Kate Raworth, se plantea cómo se debería desempeñar la actividad de la sociedad en un modelo de dos círculos concéntricos (he ahí el término de  “dona”) donde se visualiza que, la sociedad para ser plena debe garantizar cierto nivel de beneficios: agua, comida, energía, salud, educación, salario y trabajo, paz y justicia, participación política, equidad social, igualdad de género, vivienda y conectividad; pero estos beneficios y lo que se requiere para obtenerlos tienen un límite que no debe sobrepasarse para no comprometer el futuro de la humanidad: cambio climático, acidificación de los mares y océanos, contaminación de aire y química, carga de nitrógeno y fósforo, conversión de uso de suelo, agotamiento de la capa de ozono, agua dulce y biodiversidad.  

Ante este serio reto que representa el balance entre los beneficios y los  límites, no basta con seguir haciendo las cosas como siempre y buscar reducir los impactos negativos, sino que, desde la concepción de las actividades cotidianas, se debe tener un enfoque de sostenibilidad buscando que los beneficios financieros estén integrados por actividades para ampliar el alcance de los mismos de forma más equitativa y que generen nuevos beneficios para devolver más valor a la sociedad y al medioambiente ¿Pero cómo se puede ser parte de estos beneficios desde las decisiones financieras que se toman? Afortunadamente existen intenciones de colaboración, pero aún falta hacer más.

Tradicionalmente las empresas que cotizan en mercados financieros tienen responsabilidades de transparencia para que los inversionistas cuenten con información suficiente que les permita tomar mejores decisiones financieras. Actualmente, cada vez son más las voces que exigen a las empresas ser más responsables sobre sus actividades sociales y ambientales si desean el capital que pueden aportar los inversionistas.

En este “despertar de conciencias” - del que seguramente muchos ya son parte-, los criterios “ESG” (medioambiental, social y gobierno corporativo por sus siglas en inglés) cobran fuerza, ya que facilitan evaluar la sostenibilidad de las empresas y más aún, ahora es más fácil encontrar productos diseñados desde su concepción para invertir en empresas ESG que permiten a los inversionistas acceder a estas alternativas.

Vale la pena tener estos aspectos presentes en las inversiones tanto personales como empresariales y saber que más allá de las buenas intenciones, están al alcance de todos para ofrecer mayores beneficios, de los que hasta ahora, se estaba acostumbrado.

 

Rodrigo G. Gacitúa Hernández
Manager Post-trade Execution & Clearing Sales– BBVA CIB
rodrigo.gacitua@bbva.com